Por: César I. Falla Figueroa (*)
Hace 25 años, promedio, estuve casi de
escenificar en el recordado y querido Teatro “Dos de mayo”, lo que significó la
caída de Don José Abelardo Quiñones Gonzáles. Mi madre estaba muy contenta y yo
muy entusiasmado por participar y exponer un hecho que a mí me parecía
histórico y que no cabe duda había marcado mi época primaria, pero una
repentina enfermedad que nos suele dar en la infancia, me impidió estar
presente, en este importante concurso.
Su nacimiento, se da en el muy querido
distrito de Pimentel, un 22 de abril de 1914, del signo aries (como el
suscrito), perteneciente a una familia de un status económico importante. Sus
primeros años se da en el puerto de Pimentel en su pequeña casa, en las zonas antiquísimas de la calle Real y más
adelante en la Calle San José con Portal Orrego, domicilios ubicados en
Chiclayo.
Su primera experiencia, algo cercana, con la
aviación fue en la primaria en el glorioso Colegio Nacional “San José”.
Quiñones tuvo la suerte de tener como director del plantel a Karl Weiss y fue
este personaje de la educación quien impulsó la actividad del vuelo en
planeador, actividad que fue del deleite del joven pimenteleño junto a la de
otros compañeros, teniendo como referentes a prohombres de nuestra aviación civil, como Jorge Chávez y Juan
Bielovucic.
A pesar de la oposición de sus padres,
Quiñones decidió abrazar la carrera militar, en la primera mitad de la década
del ’30; iniciando su carrera en la Escuela de Aviación “Jorge Chavez”,
integrando la promoción “Comandante CAP José Lucas Raguz Verán”. Quiñones brilló
por su destreza en las diferentes técnicas del pilotaje. En este pasaje inicial
de su vida, la historia nos cuenta que un día en la Escuela de Aviación, uno de
sus profesores expresaba de la necesidad de que la Fuerza Aérea del Perú, no
contaba con un héroe y como un presagio, el oficial porteño se levantó de su
asiento y de manera contundente y con voz altiva, dijo “Presente”, y nadie
advertía, por aquella época, que estaban al frente de una de las máximas
figuras de la peruanidad.
En 1939, se recibió como alférez, como
primero en su promoción en la especialidad de piloto de caza, recibiendo el
“Ala de Oro” de la Fuerza Aérea. Es en ese contexto que se da la exhibición
aérea del vuelo invertido a, más o menos, un metro del suelo, suscitando el
asombro de los presentes y dando muestras Quiñones de su gran pasión e
intensidad por su profesión. Ya como oficial, se le responsabilizó el Escuadrón
Nº 4 de Ancón. Con el pasar de los meses se le trasladó a la base de las Palmas
y luego al 21 Escuadrón de Caza del Primer Grupo Aéreo, en la ciudad de
Chiclayo. También integró la cuadragésima primera Escuadrilla de aviones North
American NA – 50, así como la primera Escuadrilla de Alta Acrobacia. Cabe
mencionar que al crearse la unidad de paracaidistas y luego de realizar
intensos entrenamientos, emprendió saltos desde los cielos de nuestra ciudad de
la amistad, resaltando su vocación aventurera y de asumir los desafíos que se
den en el camino.
A inicios de 1941, al comenzar la guerra con
el ahora hermano país del Ecuador, el teniente Quiñones, nuestro joven oficial fue destacado al teatro de
operaciones, formando parte de la XXI Escuadrón de Caza del Agrupamiento Aéreo
del Norte. La división nacional, con el apoyo de la FAP, vencieron a las tropas
del territorio vecino, en el espacio de la frontera de Zarumilla , quedando dos
puntos clave que destruir, los de Rancho Chico y Quebrada Seca, zonas en las
que habían reunido la mayoría de su artillería.
La, la 41ª Escuadrilla que formaba parte del XXI Escuadrón de
Caza y que integraba Quiñones, marchó a Tumbes, junto al teniente comandante
CAP Antonio Alberti y el teniente CAP Fernando Paraud y el alférez CAP Manuel
Rivera, a bordo de sus aviones de caza North American NA-50. Luego de partir,
en un tiempo cortísimo ya habían dado en el blanco e iniciaron el bombardeo del
puesto de Quebrada Seco. Cuando Quiñones realizó el segundo descenso para
lanzar sus bombas, fue alcanzado por el fuego antiaéreo rival. En lugar de
optar por saltar el avión y hacer uso de su paracaídas, la máxima figura del
heroísmo lambayecano, decidió enfrentar de forma directa a los ecuatorianos,
estrellándose y partiendo de este mundo, al instante de producido el hecho,
logrando su propósito, con su muerte, de destruir las baterías. Nuestro
inolvidable capitán, con esta acción reflejó una muestra de valentía,
abnegación y sacrificio por sus colores.
En un acto, que podemos calificar de dignidad
continental, el 19 de octubre del ´41(a tres meses de su partida), el Coronel
del Ejército de Ecuador, Octavio Ochoa, entregó a nombre de las Fuerzas Armadas
Ecuatorianas, los restos mortales del excelso lambayecano, manifestando su
admiración, dándole el lugar que corresponde, como figura cumbre de nuestro
pueblo. Es preciso mencionar que Quiñones fue ascendido a Capitán de la FAP,
por muerte en acción de armas y declarado Héroe Nacional, por legislación Nº
16126 del 10 de mayo de 1966. Asimismo se dispuso que el día 23 de julio de
cada año, aniversario de su inmolación, sea declarado Día de la Aviación Militar
del Perú
Hoy, después de haberse, cumplido una
centuria de su nacimiento y de que el Congreso, haya aprobado el 15 de abril
del año en curso, denominar a nuestro espacio aéreo el nombre de “Cielo de
Quiñones”. Considero compartirles este aporte que trata de exponer su
maravillosa gesta y que espero haya servido para que podamos conocer, un poco
más de la trascendencia de lo que fue el paso por esta vida de un titán de la
aviación nacional como lo fue el héroe Quiñones, orgullo lambayecano y ejemplo
de amor por su patria, para las presentes y próximas generaciones.
*Licenciado en
Ciencias de la Comunicación
www.cesarfalla.com
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