Por: César I. Falla Figueroa*
Para serles sincero, nunca pasó por mi cabeza
ver tan espantosa inestabilidad en el gobierno que preside Ollanta Humala.
Sustento ello por la firmeza con la que lo veíamos en campaña, con conceptos
definidos respecto a lo que se tenía que hacer en los diversos sectores del
país, en el marco del controversial proyecto de “La Gran Transformación”. Definición,
que a pesar de los cambios producidos en su propuesta electoral, también lo pude
visualizar, en parte, en la moderada “Hoja de Ruta”.
Hasta ese momento, apreciaba a mi colega
Nadine Heredia, como la esposa del presidente, que si bien es cierto tenía una
presencia importante en el partido nacionalista y a su vez en la campaña presidencial,
cumpliendo el rol de fiel compañera y promotora de una etapa electoral, cuya
participación necesitaba de un rostro de mujer, y que mejor con las cualidades
de Nadine; simpática, inteligente, con criterio; que la hacía ganar el respeto
y la admiración de militantes, allegados y de los propios opositores.
La destacada, comunicadora social, se
constituía en una especie de contrapeso, de la imagen recia, imperturbable y
militar del candidato del nacionalismo y de la familia Humala en su conjunto. Nadine
Heredia, por su natural carisma y juventud, representaba la frescura de una
candidatura que recibía las críticas, la discriminación y los golpes bajos;
característicos de un proceso de elecciones, como el nuestro y en la que era
oportuno dar una imagen armoniosa, equilibrada y complementaria; de la que nos
podía ofrecer el otrora, candidato presidencial.
Estaba claro, que era un proyecto conjunto;
pero para nada, muchos nos íbamos a imaginar que este hecho podía causar varios
sobresaltos en palacio de gobierno, que terminen originando inestabilidades y
crisis, que le hacen daño a la presente administración gubernamental. Al
contrario, pensamos que el típico nacimiento de este proyecto marital, iba a
tener en N.H. a un elemento de apoyo y acompañamiento en el desafío que le
tocaba asumir a su cónyuge.
Al llegar a la casa de Pizarro, aquella figura
cálida y cuya presencia (muchos pensamos), se limitaba ser una fiel compañera y
una oportuna asesora; pero conforme pasaron los meses y los años, esta figura
se empoderó y hoy, cobra un protagonismo que, desde mi óptica, es mucho más
notorio que el conductor del gabinete y más mediático que el Jefe de Estado.
Situación que en lugar de fortalecer, debilita la imagen presidencial, y por
ende, con mayor notoriedad, la imagen del presidente del consejo de ministros,
es decir su presencia, hoy más que nunca, genera un flaco favor al régimen.
Desde la designación de funcionarios de
confianza, hasta, como ahora lo vemos, el nombramiento de ministros y la
poderosa influencia que ejerce en las altas esferas del poder para la elección
del Premier; hacen de la aún joven primera dama, convertirse en integrante de
un copresidencialiasmo, extraño y particular, admitido y consentido por el jefe
de Estado.
La salida de César Villanueva, es resultado
de esta injerencia, sin precedentes en nuestra historia republicana. Es
evidente que las desavenencias con el “todopoderoso” ministro de economía Luis
Miguel Castilla, muy cercano al entorno de N.H. tuvo que ver en la renuncia de la
ex autoridad loretana. Más aún que Villanueva tenía un accionar discreto y
durante su corta gestión, varios de sus ministros “por supuesto” del círculo de
Heredia, tenían (y seguirán teniendo) una voz con mayor exposición y con un
punto de vista que adquiere mayor peso, que el que pueda tener el jefe del
gabinete ministerial.
Para el bienestar de la institucionalidad del
país, considero que el horizonte debe ser otro. Nuestro país, requiere
fortalecer la figura del Premier, entiéndase continuar con el histórico proceso
de institucionalización de la Presidencia del Consejo de Ministros, como es el
de ser capaz de asumir un liderazgo contundente en la coordinación de las
políticas, acciones y funciones cada una de las carteras ministeriales; a eso
le llamo tomar las cosas en serio y no caer en escenarios domésticos e
informales, que no corresponden a un ejercicio del poder en representación de
todo un país.
Al margen de lo que podamos pensar como
persona y su cuestionada capacidad moral; el ex mandatario Alejandro Toledo
puso especial énfasis al mencionado proceso, y eso es algo que debemos rescatar,
valorar y reconocer de su gestión. El desarrollo de la PCM, es un aspecto
fundamental para el logro de la gobernabilidad; la que sería muy saludable,
para nuestro país, alcanzar.
El ingreso del tecnócrata René Cornejo a la
PCM, uno de los referentes del entorno de Heredia. en el seno del gobierno y la
continuidad de Castilla y Ana Jara (una
especie de escudera de N.H.), en el gabinete; es una clara muestra que el poder
de la esposa del presidente, sigue más vigente que nunca y como siga a este
paso, considero que conquistará mayores cuotas de poder, tal vez preparando el
terreno para las elecciones presidenciales del 2021, ya que nuestra primera
dama ha descartado la posibilidad de postular para el 2016 y porque la ley
orgánica de elecciones, lo impide.
Por el propio bien de este gobierno, el
presidente Humala necesita poner en claro, ante el país, quién es el que lleva
los pantalones y las correas en este régimen y darle el lugar y la importancia
que legítimamente merece la Sra. Nadine Heredia (que es la de estar al lado de
su esposo, sin interferir en las decisiones de Estado) y a su vez, brindando el
respaldo y compartiendo el poder necesario, con el jefe de la PCM; quien debe
ser de su entera confianza y su asesor principal para los temas que en los que
nuestro mandatario, requiera.
*Licenciado
en Ciencias de la Comunicación
Email: cfallafigueroa@hotmail.com
www.cesarfalla.com
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