Por:
César I. Falla Figueroa*
Hay hombres que luchan un
día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan
muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son
los imprescindibles. Así reza la frase célebre del genial Bertolt Brecht que
calza perfectamente con el personaje que hoy nos convoca; Nelson Mandela.
“Madiba”, como se le conoció, dado a su título honorífico otorgado por los
ancianos del clan de Mandela, nació el 18 de julio de 1918 en Johannesburgo
(Sudáfrica) en Mvezo, en un poblado de 300 habitantes, en el distrito O. R. Tambo en la provincia oriental del
Cabo, donde se encuentra un Museo con el nombre de este magno personaje de la
paz.
Tal vez, su primera
experiencia en lo que significó su diario vivir; la lucha por sus derechos, se
registró en el Colegio Universitario de Fort Hare, donde inició sus estudios
escolares, con la intención de lograr su título de Bachiller en Artes; es en
ese escenario donde “Tata” fue elegido miembro del Consejo de Representantes
Estudiantiles, siendo expulsado por ser parte de una huelga estudiantil. Culminó
sus estudios en la Universidad de Sudáfrica. Tiempo más tarde se licenció en la
carrera de Derecho en la Universidad de Witwatersrand, un importante centro de
estudios de su país.
Fue reconocido por muchas
organizaciones, entre ellas universidades de prestigio que le brindaron su
máxima mención el Doctor Honoris Causa, ellas fueron: la Universidad Andrés
Bello de Chile, la Universidad de Carabobo de Venezuela, la Universidad Complutense
de Madrid la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ambas de España), la
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, entre otras. Así como importantes
homenajes y distinciones, como el de la Orden Nacional José Martí de Cuba
(1993), Premio Nobel de la Paz (1993); el más significativo de todos, Orden al
Mérito del Reino Unido (1995), Embajador de la Conciencia, otorgado por
Amnistía Internacional (2006), la Escultura en el Palacio de Westminster, en Londres (2007), y otro
gran número de consideraciones; que ponen en relieve para el mundo la gran obra
de un abanderado de la paz, como lo fue Mandela, a lo largo de toda su
existencia.
En mayo del próximo año, se
cumplirán 10 años de aquel memorable discurso en su asunción como presidente de
la república de su país. Recogiendo aquí una de sus más hermosas expresiones “Estamos forjando una alianza que nos
permitirá construir una sociedad en la que todos los sudafricanos, negros y
blancos, puedan caminar con la cabeza alta… una nación arco iris en paz con
ella misma y con el mundo”.
Esta personalidad de la historia mundial, se
convirtió para todos los habitantes de este planeta en una especie de símbolo
de la reconciliación y la libertad y como máxima figura de su nación; por su labor
como líder de los movimientos contra el apartheid y su valorable larga lucha,
en favor de esta noble consigna.
Cabe señalar que el apartheid, fue una
modalidad de gobierno que legalizó la segregación racial en Sudáfrica, impuesto
por la minoría blanca del país, que a finales de los años ´80 no reconocía
derechos a negros, mestizos e indios; siendo objeto de la batalla emprendida
por Mandela; gestando uno de los más relevantes movimientos sociales en favor
de los derechos humanos, atrayendo la mirada internacional a la Sudáfrica del
apartheid. Esta lucha la venció el gran “Madiba”, para luego alzarse con la
victoria democrática y ser el primer presidente negro de su patria. Todo un
orgullo para la mayoría de sudafricanos, considerándolo como su hijo más
ilustre. La última vez que se le pudo ver ante cámaras, fue en la ceremonia de
clausura del Mundial de Fútbol del 2010, realizada en su natal Sudáfrica,
momento en que se le brindó un merecido reconocimiento, dado su proeza de
luchar, sin descanso por la unión de su
patria; que tuvo que soportar racismo y divisiones inconcebibles por muchos
años, siendo clave Mandela, para acabar con este absurdo régimen.
El 5 de diciembre del año pasado, nos dejó el
abogado que se convirtió en uno de los líderes de mayor relevancia del planeta,
el líder que fue el preso político con mayor ascendencia, luego de 27 años de
cautiverio y que se encumbró como el hombre amante de la libertad; que se
convirtió en el mandatario de su nación. Aquella fecha muy especial para el
mundo, la recordaremos por siempre como el día que partió el bastión moral más
grande e incomparable de una Sudáfrica, que ha sufrido una penosa situación por
mucho tiempo.
Mandela enseñó a rico y pobres, a jóvenes y
ancianos, a negros y blancos, que debemos vivir juntos y a tener confianza en
nosotros mismos, enseñanza que estoy seguro que marcó en cada uno de los que
fuimos testigos cerca o lejos de su infinita obra y su sublime mensaje de paz.
Trascendió su tiempo, por haber ido más allá en su proceso unificador,
negociando con el gobierno del apartheid, una transición pacífica hacia una
democracia multirracial y por haber impedido a su pueblo una triste guerra
civil a inicios de los ´90, que haya sido inevitable. Este simpático héroe de la
conquista por un mundo mejor, fue una de las figuras más populares, admiradas y
respetadas del universo. No puedo evitar de emocionarme cuando hablo de
Mandela, seguro que no soy el único y es por ello que me quedaría con ese
titular de RPP, en su edición web en junio pasado; cuando informaba de una sus
recaídas a meses de su muerte, “Nelson Mandela, la leyenda viva del hombre que
cambió Sudáfrica”, una expresión que describe con precisión la grandeza de este
hombre y lo que dejo su pensamiento para la humanidad. Se trata de uno de los
prohombres más influyentes del siglo XX.
*Licenciado en
Ciencias de la Comunicación
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