Por:
César I. Falla Figueroa*
Hace unas semanas, tuve una
simpática reunión con Gaby Malca; una compañerita de estudios del colegio
Elvira Bulnes de Chiclayo, mi colegio de primaria. Gaby estudió conmigo del
segundo al cuarto año. Una niña de aquella época, que se caracterizaba por su
espíritu alegre, amistoso y juguetón, ah! y como olvidarlo por esos moños
incomparables, merced a ese cabello grande y muy negro que creo, muy en el
fondo, presumía.
Hablamos de qué fue de
nuestras vidas en estos 21 largos años que nos dejamos de ver, lo clásico que
se suele preguntar en este tipo de reuniones. Pues ahí me enteré que tuvo dos
hijos y que es madre soltera. Una mujer valiente más en el Perú, que decidí
asumir en solitario su rol y que demuestra a la sociedad no necesitar un hombre
al lado, para salir adelante. Y yo le confesé que seguía soltero y que era muy
probable que me quede así de por vida, después de apreciar el no tan dulce
aroma del amor.
En la cita, pudimos recordar
a nuestras compañeras de clase, Natalia, Guisella, “La Pajarito”; que
graciosamente no recordamos su nombre pero sí su apelativo, cosas de la vida.
También de los hombres, los niños de los años ´90; German, Cristofer, Richard y
por supuesto de su hermano, Jorge, una persona a la cual he respetado y
considerado siempre. Era y estoy seguro que lo sigue siendo, tan correcto y
educado con absolutamente todos los que trataba. Además de destacar su alto
grado de inteligencia y responsabilidad.
Gaby, me revela que su
hermano siguió el hermoso oficio de su padre, joyero; hecho que en realidad me
sorprendió gratamente, me parecía increíble que hubiera en este mundo tan dado
a las profesiones de universidad, que era capaz de salir de lo común y apostará
por dedicarse al oficio de su padre. ¡Buena Jorge! rompiste esquemas entre
nosotros, siempre tan especial. Tu padre debe estar muy orgulloso de ti.
Me comparte que con varios
se ve por la calle y no se habla, debido a que no fue muy cercana con ellos y
me confeso que de uno de estos petizos recibió una ofensa infantil pero ofensa
igual, hecho que me entristeció escuchar su comentario pero lo entiendo y hasta
me parece muy comprensible. No cabe duda que lo que te pasa de niño, te marca
para toda la vida. Sin duda, ambos tuvimos experiencias agradables y
desagradables que hoy afloran en nuestra interacción con los demás y en
nuestras concepciones y visiones de la vida.
La intención de mi querida
amiga Gaby, era para reunirnos toda la promoción de primaria de nuestro desaparecido
físicamente, pero muy recordado en nuestra memoria colegio de las Srtas.
Bulnes, pero al parecer, conversó con la persona menos indicada. Yo había
tomado la decisión, hace ya un tiempo, de cerrar el ciclo con dichos
compañeros, para siempre.
La razón era más de una, me
ponía triste la nostalgia que me producía el verlos a ellos y recordar aquellos
años maravillosos de inocentes palomitas, pero también se sumaba el evitar ver
a aquella gringuita que perturbo mi mente y me distrajo de mi realidad en la
infancia, hoy casada con un reconocido ejecutivo de una importante organización
comercial, acto que aplaudo y que a la distancia, le deseo lo mejor.
En este diálogo, evocamos a
grandes maestras como las señoritas Aurora Guerra Tovar y Nelly Orrego De los
Santos. La primera aún muy vital y que cada que tengo oportunidad de verla,
lista para regalarme una sonrisa, es muy plausible la vitalidad de la profesora
Aurora, ella nos vio crecer y miren cuantos años tenemos. Ella formó a los que
son ahora, hombres hechos y derechos, pero cada que nos encuentra seguimos
siendo sus niños de aquel histórico salón de clase bulnesino. En tanto la
profesora Nelly, falleció hace unos años; dejando una estela que mantendremos
viva en nuestros corazones y una formación, la cual estuvo llena de valores,
sustentada en el cariño por sus queridos alumnos.
De igual forma, mi ex
compañera tuvo emotivas palabras sobre mi madre. La tenía en su mente, como la
persona que siempre estaba a mi lado, en todas las actuaciones en las que participaba,
como: Día de la Madre, Fiestas Patrias, Día del Padre, en el Aniversario del
colegio; siempre atenta en las actividades de esta linda escuela, en las que
siempre me hacía presente. Malca, me hizo recordar que mi madre, hasta la
ayudaba a ella y a otras niñas de mi aula, a maquillarse, todo con el propósito
de que nuestra actuación en general, tenga éxito. ¡Grande Mamá!, una fiel
compañera y seguidora de este mortal.
Agradable conversación en un
pequeño pero acogedor restaurant de la Calle Manuel María Izaga de nuestra
Ciudad de la Amistad, que terminó con la promesa de volvernos a ver algún día,
tal vez en otro simpático restaurant, para recordar viejos tiempos y quizá para
redescubrir que queda de esos niños que hace más de dos décadas compartieron un
antiguo salón de clase. Aulas, pasadizos, callejones, paredes y colores; que
hoy se constituyen en una especie de histórico museo mental, tal vez el más
importante museo de nuestras vidas.
*Licenciado en
Ciencias de la Comunicación
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