Por:
César I. Falla Figueroa*
Es increíble como conforme
pasan los años y por supuesto dependiendo del entorno en la que nos
desarrollamos, las personas vamos creciendo con espacios sociales llamados por
la colectividad como instituciones. No cabe duda, que la primera institución
para todos es la familia y lo tenemos bien colocado en nuestra mente, puesto
que desde inicios de la etapa escolar nos dijeron nuestros profesores que era
la institución principal de la sociedad y fue la primera que nos acogió con la
entrega, el cariño y la responsabilidad que corresponde.
Un tiempo después, viene el
colegio (al menos en mí época) algo similar a la familia, en la que
considerábamos a nuestros maestros como parte importante de ella y a tus
compañeros de clase, como tus hermanos. Luego por propia enseñanza de papá y
mamá, así como de la infaltable asignatura de religión, vino la Iglesia (es más
antes de ello ya formábamos parte de esta notable institución eclesiástica,
desde la celebración del bautismo) pero vamos cobrando conciencia, con el pasar
del tiempo de nuestra pertenencia; con nuestro comportamiento, con nuestra
asistencia a ella y con nuestra identificación con su rol en la comunidad.
Tal y como es nuestra
evolución como seres humanos, por medio de los espacios ya mencionados, de
forma parecida lo es también la evolución de una ciudad, a través de sus
instituciones. Chiclayo, es un pueblo a comparación de otros lugares del país;
como Trujillo, Piura, Cajamarca, Arequipa, Cusco y la propia Lima; con una
modesta cultura institucional, aún en proceso de desarrollo y quizá de madurez.
Tal vez, esto se dé por
nuestro fuerte acento comercial y por la valida migración de peruanos de otras
latitudes, que no digo por ningún motivo que este mal, hay compatriotas muy
honorables que hicieron su vida en nuestra ciudad y que han generado trabajo y prosperidad.
Pero ese proceso, un poco que debilitó ese interés por lo nuestro y un poco que
fracturó, nuestro concepto de identidad local, ya que al convertirse Chiclayo
en un hibrido poblacional, como que las generaciones que iban apareciendo en
las últimas tres décadas ya no sabían muy bien donde se encontraban, ni mucho
menos cuáles eran sus verdaderas raíces, es más, buena parte de ellos no mostraban
el menor interés por saberlo.
Otro de los factores
cruciales en esta aún adolescente cultura institucional; es el educativo, muy
poco las autoridades educativas locales y regionales, ni mucho menos los profesores,
han hecho esfuerzos por generar en su población y en sus alumnos respectivamente,
una cultura institucional como parte de su proceso de socialización y esto se
pudo y aún se puede poner en práctica con pequeñas instituciones dentro del
colegio, como lo son: los Clubes de Radio y Periodismo, las Brigadas Caceristas,
los Círculos de Estudio, entre otros. Varios amigos de mí generación, como de
las anteriores, tuvieron la suerte de pertenecer a un grupo de mucha historia
como lo fue y lo sigue siendo, los Boys Scout
que ha sido una organización que ha cumplido, un tanto, el papel que debió
cumplir el colegio; en el sentido de imprimir valores en sus miembros, generar
(a través de prácticas lúdicas) la integración entre sus integrantes, promover
el trabajo cívico; enseñándoles y en enseñándonos a niños y adultos a ser
mejores ciudadanos.
Mí saludo a instituciones
que a pesar de las dificultades y de las crisis por las que pasa todo
organismo, sobre todo en un país como el nuestro, aun en proceso de
civilización, han sabido reponerse y enrumbar su camino y que terminan siendo
parte de la tradición de un pueblo, siendo las que cooperan a darle identidad a
un pueblo y aquí puedo destacar la labor de organizaciones como: la Sociedad
Obreros de la Unión, la Sociedad Amantes de las Artes de Chiclayo, la Cámara de
Comercio y Producción de Lambayeque, el Club de la Unión, el Club Lambayeque,
el Jockey Club de Chiclayo, la red de Clubes de Leones que funcionan en la
ciudad, los colegios profesionales, destacando el rescatable trabajo del
Colegio de Ingenieros y de Arquitectos, las universidades de nuestro
departamento (en especial mí universidad) la Universidad Nacional Pedro Ruiz
Gallo, quienes con su presencia y sus aportes le han dando dinamismo y
promoción a nuestra ciudad, así como su importante labor social.
También no puedo dejar de
mencionar a las instituciones periodísticas como el Colegio de Periodistas del
Perú Filial Chiclayo, quien épocas pasadas cobraba enorme protagonismo, con
decanos de la talla de Glicerio García Campos y Hubert Limo Mendoza, a la
vanguardia de la defensa de los grandes intereses regionales, puesto que la
historia así lo registra y que aun tengo viva la esperanza y el desafío
personal que recobre dichos brillos. Así como la Asociación Nacional de
Periodistas Filial Chiclayo, vieja institución destinada al amparo de los
colegas periodistas y a la cerrada defensa de la verdad, la justicia y la
ética, como principios conductores de una mejor convivencia y por ende de una
mejor sociedad.
Y en la actualidad, aprovecho en hacer
mención (una vez más) respecto a la extraordinaria iniciativa de la creación
del Movimiento Cívico de Chiclayo, muy necesario en estos tiempos y que hace
unas semanas tuvo una excelente organización y convocatoria del Paro Cívico del
1 de Marzo. Amigos, la Ciudad de la Amistad necesita de sus instituciones y de
su pueblo que quiere ver un Chiclayo limpio, ordenado, seguro, enrumbado en un
franco camino hacia la gobernabilidad y con perspectivas claras de progreso y
desarrollo. Forjemos y consolidemos una cultura institucional en nuestra
querida ciudad, ¡el compromiso es de todos!
*Licenciado en
Ciencias de la Comunicación
Email: cfallafigueroa@hotmail.com
www.cesarfalla.com
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