Por: César I. Falla Figueroa*
Cuando hablamos de Cultura y
Moral podemos encontrar varios aspectos que los vincula y/o los hace inherentes
el uno con el otro. El propósito de la cultura ha evolucionado a lo largo de la
historia de la humanidad, aunque el cuarto significado del término en mención,
en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua la conceptualiza como: el
resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por
medio del ejercicio de las facultades intelectuales del hombre.
Por tanto, cultura tiene una
íntima relación con la educación intelectual y moral; es decir la persona culta
es la que incursiona en los más altos valores cultivados a lo largo de los años
por las sociedades; por ello sostenemos que la cultura está muy comprometida
con la formación cognitiva y sustancialmente con la formación moral.
En este análisis, una
definición interesante de Cultura es la del antropólogo norteamericano Ralp
Linton, es la conducta aprendida, y los resultados de la conducta que son
trasmitidos de generación en generación por medio de las obras materiales,
espirituales e intelectuales.
El impacto de la cultura en
el proceso de enseñanza – aprendizaje es capital y está vinculado con los
valores morales y de la educación. Quiere decir que la cultura que recibamos
desde pequeños, será el comportamiento del individuo en su vida futura. Los
valores morales, hábitos y actitudes están marcados por los tipos de cultura
que predomine en un determinado ámbito social. Finalmente, podemos decir que la
comunidad se fortalece cuando los cánones de conducta son positivos, donde los
conceptos de responsabilidad, honestidad, honradez y civismo aterrizan en la
práctica.
Tan es así, esta ligazón
entre Cultura y Moral, que existe una concepción de Cultura Moral de Josep Puig
Rovira, catedrático de la Universidad de Barcelona quien la concibe como una
cualidad que caracteriza a las instituciones escolares y las convierte en
espacios fundamentales de educación en valores, y que va caminando por dos
sentidos: lo que se hace y los valores que encarna lo que se hace. Desde la
perspectiva comunicacional, podemos decir que es la cualidad global de las
instituciones que es la síntesis de su sistema de prácticas formativas y del
mundo de valores que crean.
Luego de esta explicación,
podemos entender mejor “el matrimonio” entre cultura y moral y por ende,
llevándolo a nuestra realidad, lo determinante de los principios y valores muy
en especial de la moral en instituciones públicas que tienen como centro al
hombre y me estoy refiriendo a ministerios como el de Cultura que en estas
últimas semanas se ha visto desdibujado, por decir lo menos, “gracias” al
escándalo de Richard Swing motivada por su lazo afectivo con el Presidente de
la República, Martín Vizcarra.
Ministerio que no solamente
se ha visto manchado por los casos de corrupción sino también debilitado por la
asombrosa cantidad de ministros que han pasado en el presente régimen, son 8 (contando
con el actual); por el peso de la cartera ministerial tendría que ser una de
las instituciones más sólidas del gabinete ya que no se tendría que ver
enlodada con temas oscuros, a los que usualmente en otras carteras la
negligente práctica de la política te lleva.
Pero volviendo al tema, por
antonomasia los Ministerios de Educación y Cultura tienen que ser estandartes
de buenas prácticas en favor de la construcción, la valoración y las
manifestaciones del ser humano, de sus comunidades y de sus diversos colectivos
sociales existentes. En donde toda actividad opuesta a dicha finalidad tendría
que estar muy alejada de su accionar.
Hay que ser bien
inconsciente, para exponer al Ministerio de Cultura al ojo público no por sus
nobles acciones en concordancia con lo expresado líneas arriba, sino por actos
de corrupción que a la larga terminan golpeando a la sociedad no solo artística
sino en general, que explicita e implícitamente espera lo mejor de este espacio
que de seguro ha ido impulsando las artes, pero que ha terminado por manchar su
imagen con estos últimos hechos reñidos con los valores morales, valores que de
manera imperturbable ha tenido que fomentar.
Pero no me quiero quedar en
estos hechos, pienso que esto nos debe servir para corregir, sancionar y dar un
paso adelante en este ministerio. Exijamos como ciudadanos, nuestro derecho a
requerir instituciones a la altura de un país con una historia que honrar y
sobre todo de un Ministerio de Cultura cuya gestión tiene que estar interiorizada
y vestida de decencia y docencia.
Es momento que las
instituciones y las personalidades influyentes en nuestra sociedad se
pronuncien sobre lo ocurrido en esta entidad. Los peruanos que queremos lo
mejor para nuestra patria, tenemos que decretar lo siguiente: “NUNCA MAS UN
ACTO DE CORRUPCIÓN EN NUESTRO MINISTERIO”, parece una utopía, pero tiene que
ser un estado real. Esto como parte de una nación en la que tenemos la responsabilidad
de seguir construyendo pensando en el hoy y en el mañana. Al Ministerio de
Cultura de nuestro país, tenemos la obligación moral de protegerlo y revivirlo
para que sea protagonista de la tan ansiedad trasformación social que el Perú
necesita.
*Licenciado
en Ciencias de la Comunicación
Magister en Ciencias de la Educación
www.cesarfalla.com
Puedes ver este artículo en: https://tugaceta.com/la-decepcion-en-el-ministerio-de-cultura/
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