Por:
César I. Falla Figueroa*
Con el paso del tiempo, hay
posiciones en las que años atrás era imposible ubicarte pero hoy cercano a los
40 la vida te faculta a darte ciertas licencias que te permiten ir a una
posición privilegiada, algo así como una zona vip para ver tu propia película, específicamente
tu propia vida sentimental, sentarte cómodamente y apreciarla con el entusiasmo
y la energía que un producto como ese, corresponde. Pero tienes una misión personal
que sientes que tu propio interior te lo pide, rescatar lo mejor y lo peor de
ese conjunto de historias y eso es lo que voy a tratar de compartir con ustedes
con una apreciable y comprensible, eso espero, dosis ficcional.
Creo con firmeza que cada
relación que me tocó vivir fue porque, simplemente, me tocó vivir y siento que ya estaba escrito
en mi destino y lo tomo tal cual, como aquellos grandes capítulos de mi vida,
los cuales me permitieron ganar una experiencia que me dio la posibilidad de tener
una lección de todo lo que hice, lo que dejé de hacer, con lo bueno y lo malo
que estuvo mi comportamiento, con las oportunidades que tomé y las que dejé;
por mantener mi vínculo sagrado con aquel ser humano con la cual decidimos
compartir nuestras vidas.
Solo desde la ubicación que
menciono, líneas arriba, puedes ver tu historia con cierta objetividad y
detectar y saber interpretar cual es el mensaje que te deja, para que te
enfoques en lo positivo de la experiencia y desde esa perspectiva que lección
te deja impregnada en tu alma y en tu cerebro, a fin de que puedas reconocer
tus errores, tus equivocaciones, tus aciertos, tus gestos maravillosos y que
ello te conduzca a hacer un acto de contrición y dejes que la vida te brinde
una enseñanza y un propósito de mejora, que es un tesoro para lo que viene en
tu vida, en la cual tendría que estimularte a seguir adelante, a ir
descubriendo muchas más cosas en ti y a tener la capacidad de reinventarte para
asumir la vida de mejor manera y para disfrutarla con mucho más intensidad.
Luego de ver toda esta
película cuyo director soy yo y a su vez el espectador. Solo me queda decirles
gracias a todas y cada una de ellas; por el tiempo depositado, por los afectos
compartidos, por su compañía, por las buenas personas que fueron conmigo y si
creo que, en algunos casos, se han portado mal conmigo perdonarlas en silencio;
sin que me pidan perdón y si el que se portó mal fui yo aprender a perdonarme,
de verdad, con el corazón. La idea de este proceso corto, mediano o largo, es
que viva realmente en paz conmigo, alcance mi tranquilidad, estado el que
considero se encuentra en un nivel mayor que la propia felicidad y que deje
vivir a la otra persona; sin ataduras, sin remordimientos, sin juzgar, sin
señalar, sin resentimientos y sin ningún sentimiento de culpa.
Hay muchos porqués en el
camino después de una ruptura, pero no te puedes detener a pedir o exigir una
respuesta, ni mucho menos buscar responderte; porque te hundes y no sacas nada
bueno de ello. Hay que aceptar las cosas como vienen, no tienes que permitir
que tu vida se vea contaminada con la amargura, que no permitas cerrar heridas
y que te autoconfines en ese rechazo. Recuerda la vida es corta y tienes que
aprender a vivirla con todo lo positivo que esta tiene.
Lo que si confieso, y aquí
viene lo tétrico del tema, es el hecho que al terminar una relación sentimental;
desde mi perspectiva, me es muy complicado generar un vínculo de amistad con
aquella persona, no soy de aquellos que finalizan y abren la posibilidad a una
amistad; más con quien te dijo, cuando estaban juntos (en una conversación),
que “no podía ser tu amiga” y considero que tratar con ella, una vez que “te
terminó” siendo haber sido capaz de tomar “tamaña decisión”; se reduce a un
homenaje al recuerdo, tal vez a ese gran recuerdo.
Confieso también que en esta
última relación amé con más intensidad o simplemente amé de verdad. Estoy
convencido de a ver dado lo más bello de mis sentimientos y por ello dolió
mucho más que en oportunidades anteriores, posiblemente esto dependa de tu
grado de madurez que se eleva con los años. El dolor, la tristeza y la pena son
importantes porque te permiten ser consciente de lo vivido y en esa medida con
el tiempo dar paso a curar tus heridas, para luego renovarte y abrir esa puerta
para volver a la conquista del mundo. Mejor aún si esta experiencia me ha
dejado, espero para siempre, algo muy bello que solo ella y yo lo sabemos.
Creo en los ciclos, estos
pueden ser finitos o infinitos, eso depende de cada uno y/o de ambos, pero
también la vida me enseñó a cerrarlos, aunque cueste, aunque cueste mucho, considero
haber cerrado mi último ciclo, dispuesto quizá a escribir otro capítulo de mi
historia que sea tan igual de intenso pero muchísimo mejor guionado.
No suelo insistir cuando me
dijeron “se acabó”, en todo caso, no insisto mucho, no por mucho tiempo. Veo
con mucha pena, como amigos cercanos no pueden salir de ese círculo vicioso, de
esa relación tóxica que pudre su dignidad y pisotea su honor y de la cual
siempre he evitado en mí actuar. Para amar y respetar tienes primero que amarte
a ti mismo y respetarte a ti mismo, pero antes mucho antes, tener primero a
Dios en tu vida, esto lo digo en mi calidad de creyente.
Considero que el amor y el respeto
son las dos vigas maestras que te permitirán mantener relaciones saludables y
cuando sientes que esa película comenzó a presentar fallas en su filmación y no
hay lugar para solucionar el problema o los problemas que se presenten, tener
la sabiduría de poner coto, tomar la decisión de levantarte de esa butaca y
partir, así me duela en el alma, pero conforme pase el tiempo, tenlo por seguro,
será una de las mejores decisiones que tomes en tu vida.
*Licenciado
en Ciencias de la Comunicación
Magister en Ciencias de la Educación
www.cesarfalla.com
Puedes ver este artículo en: https://tugaceta.com/el-amor-un-llamado-a-ser-mejor/
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