Por: César I. Falla Figueroa (*)
Mi hermana, como siempre tan
especial para enviarme “cosas” por el whatsapp me compartió un audio que consistía
en el aparente diálogo de una jefa con su practicante, por lo cual la
funcionaria de una empresa de la capital le replica a su practicante por lo que
hizo o dejó de hacer en una tarea encomendada. Hecho que sea convertido en una
telenovela en nuestro país y que nos deja varias reflexiones.
Cuando lo comencé a
escuchar, automáticamente me trasladó a mi época de practicante y en la
experiencia que también vivieron los amigos de mi generación. Mi paso por las
prácticas pre profesionales no fueron fáciles, así como tampoco lo fue para la
mayoría de los jóvenes de mi época.
La vida de un practicante en
el Perú no es fácil y nunca ha sido fácil. Tiempo atrás no teníamos normas que
nos protejan. A la par que aprendíamos “por así decirlo” en el centro de prácticas,
trabajábamos duro sin remuneración alguna ni siquiera nos reconocían los
pasajes y al final muchos teníamos que “rogar” nuestro certificado de prácticas,
documento que presentaríamos a la universidad como parte de nuestro informe
final.
En antaño, los practicantes brindaban
(en su mayoría) lo mejor de su labor y el mayor de su empeño para hacer un buen
papel en sus prácticas y eso le servía de trampolín para aportar y ocupar
responsabilidades con éxito en el futuro, en su lugar de prácticas o en otro
espacio laboral. En este tiempo, se paga
“derecho de piso” amigos; sufres, te frustras pero poco a poco vas obteniendo habilidades
y experiencia valiosas, por tanto nuestra situación en la organización va
mejorando.
La condición de un
practicante en nuestro país, es clara, sen general es una persona que tiene
muchas ganas de aprender todo lo que compete al área de su carrera profesional
que ha optado por hacer sus prácticas, gana experiencia y está tras esa oportunidad
de un trabajo acorde a sus expectativas y a lo que realmente le gusta.
El caso de “Telmo”, es un
tema típico en las empresas, en donde las áreas de recursos humanos están abocadas
a estar pendiente de las planillas y sobre todo de evaluar al personal bajo el
criterio de su rendimiento y de los resultados que logra en bien de los
intereses de la empresa y el factor humano queda de lado.
Un “Telmo” en el Perú, llega
con mucho entusiasmo a su campo de acción pero con el paso del tiempo, se va
desdibujando ese paraíso a lo que sus profesores en la universidad le decían era
su centro de prácticas y ya en el lugar de los hechos, con las semanas, se convertía para ese joven en un infierno.
En un mundo ejecutivo, en la
que el tiempo se pasa muy rápido, en la que nadie tiene tiempo para enseñar a
otros o a los que recién llegan a una organización y en la que seguramente, no
somos capaces de valorar el recurso humano que tenemos al lado.
Hay que generar una interacción por parte de todos los
trabajadores con los practicantes; integrarlos a sus actividades, trabajar de
la mano con ellos y algo fundamental, socializar el quehacer laborar con este
grupo humano y buscar que ellos, en cierta forma, estén presentes en la toma de
decisiones.
Las practicantes
profesionales exigen mucha voluntad, empeño y dedicación. Hay la necesidad de
asumir a estas prácticas con una escuela de vida. Se necesita tener mucha
suerte en conseguir un jefe consciente de tus objetivos y de tus limitaciones.
De la disciplina que le
pongamos a esta etapa de nuestra vida, va ser determinante en nuestra futura
vida laboral. Este principio, si queremos crecer, va tener que acompañarnos
siempre en nuestro actuar y es importante, más allá de las prácticas es
sustancial que desde niño se vaya cimentando este principio.
Es necesario que las
organizaciones atiendan las propuestas de los practicantes, como parte de su
Informe de Practicas, ello permitirá que la institución o la empresa planteen
proyectos de implementación y/o de mejora para bien de la organización. Los
practicantes son innovadores y buscan transformar para bien las organizaciones,
de acuerdo a su cosmovisión de cada uno.
Alzar la voz a un joven que
quiere consolidar su formación, es nocivo para la etapa en la que se encuentra.
Reprimirlo de manera tan brusca por un hecho que no amerita tamaño llamado de
atención, es imperdonable.
El jefe para una persona que
está en periodo de formación tiene que comportarse a la altura de un líder, de
un verdadero líder, y es la persona llamada a compartir su conocimiento y
experiencia de la mejor manera posible haciendo uso de las habilidades blandas
adecuadas, como: Comunicación, Empata e Inteligencia Emocional. Así como la
Gestión de Conflicto, para evitar problemas como el revelado en las redes y entre
todos los miembros de la organización.
*Licenciado
en Ciencias de la Comunicación
Maestría en Ciencias de la Educación
No comments:
Post a Comment