Por:
César I. Falla Figueroa (*)
Es increíble como esta
pandemia de manera directa o indirecta te arrebata seres que quieres con el
alma, que no siendo tu familia de sangre lo valoras tal como fueran. Hace más
de una semana perdí a un ser humano excepcional se llamaba Carlos, un gran
amigo de mi madre y un extraordinario amigo mío.
Recuerdo que nuestra amistad
surgió y creció de manera espontánea, se fue dando con el devenir de los días,
de los meses y de los años. En esta relación casi paternal, cada uno puso lo
suyo, pero Carlos puso más; que aunque no estoy convencido de eso, creo que me
quede en deuda con él.
Son muchas las anécdotas que
compartí con el homenajeado, en este melancólico artículo que me permito
socializar con ustedes, era uno de mis confidentes producto de la gran
confianza que nos teníamos. A él, le compartía los momentos más lindos y los
momentos más tristes que pasaba, para ambos casos tenía un mensaje con buena
onda que decirme y yo lo escuchaba como se escucha a alguien con experiencia y
con un mensaje fraterno.
Sé que es difícil llegar a
comprender el cariño que yo sentía por mi amigo Carlos. Era un ser muy
especial, como un gran guía, de él aprendí muchas cosas. Su vida era un ejemplo
para todos los que lo conocieron. A veces lo encontraba en su trabajo, del cual
era su propia empresa, y estaba durmiendo; optaba por quedarme quieto
mirándolo, no quería despertarlo, y notaba paz que le daba su conciencia y
Dios, como rindiéndole homenaje a su bella bondad.
Siempre lo consideré como un
ángel que mi madre había traído a mi vida, cuando me hablaba sentía que el
captaba lo que mi mamá quería decirme desde el Cielo, era tan asertivo conmigo,
aún en los casos (mínimos) que no estábamos de acuerdo. Don Carlos, como lo
llamaba, no lo consideraba un amigo, era más que eso, como creo que ya quedo
claro.
Don Carlos cuando mamá
partió, fue a su velorio y le habló como le hablaría un querido hermano y mi
madre estoy seguro lo escucho con mucha atención. Tiempo después le recordé ese
hecho y le dije que sabía perfectamente lo que le dijo esa tarde a mamá que
consistía en un acto bondadoso que honró en vida.
Personas como él nacen cada
100 años, era un verdadero hijo de Dios, un apóstol de su evangelio, una
persona que nació para servir y para decirle a todos que aún hay gente buena en
este mundo. Estoy convencido que cuando partió ya tenía su pasaporte listo al
firmamento, dispuesto a disfrutar de la gloria divina.
No me quiero imaginar cómo
habrá sido ese encuentro con mamá en el Cielo, pienso que se habrán confundido
en un fuerte abrazo y le habrá puesto al corriente como están sus hijos y su
esposo, conociendo a Don Carlos, destacando lo mejor de cada uno de ellos.
Dice papá y yo también me
comienzo a preguntar cada vez con mayor frecuencia ¿Por qué la gente buena, en
su mayoría, se va pronto? Algunos dicen que Dios tiene planes distintos para
ellos y otros mencionan que el propósito de su temprana partida es para que los
podamos recordar jóvenes, ajenos a la vejez que a la larga trae también
sufrimiento.
Lo concreto es que Don
Carlos, Don Carlitos como le llamaba Papá, a quien lo consideraba como un
hermano, ya no lo veré más en la tierra, ya no podré visitarlo y conversar con
él largamente, difícilmente encontraré en este mundo material, alguien como él;
con su calidez y su inigualable don de gente y todo ello me duele
profundamente. Pero me queda tranquila la conciencia que le dije lo lindo que
pensaba de él, en vida.
He llorado mucho su partida,
no lo podía creer cuando me lo comunicaron en los exteriores de su trabajo,
pero es cierto. Llamé a Pedro, un querido amigo de ambos, y me confirmó lo que
no quería escuchar.
La muerte si bien es un paso
natural a otra dimensión. En la tierra es gris, tiene una vibra pesada y
negativa. Trae tristeza y desolación. Es que si hay Vida, tiene que haber
necesariamente Muerte, y eso tenemos que internalizarlo ¡ya!, para no seguir
sufriendo cuando alguien querido se va. Pero que estoy hablando, si siempre va
a pasar lo mismo, es una realidad irreversible.
Volvía a llorar, cuando
escuché aquella canción hermosa y triste a la vez, “Cuando un amigo se va” del
genial Alberto Cortez. Melodía que simboliza el gran cariño que se puede tener
a alguien supremo. Siempre tendré muy presente sus consejos que son y serán una
doctrina para mi vida.
Nunca lo olvidaré Don Carlos.
Dale un fuerte abrazo a mamá, tu amiga querida, de mi parte. Estoy apenado y sé
que será difícil reponerme de todo ello. Pero tengo que aceptar que la vida es
prestada y solo Dios sabe cuándo te lama a su reino.
*Licenciado
en Ciencias de la Comunicación
Magister en Ciencias de la Educación
www.cesarfalla.com
Puedes ver este artículo en: https://tugaceta.com/cuando-un-amigo-se-va/
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